Después de
haber corrido un maratón, parece como que tengo una cierta
curiosidad por saber más sobre esta prueba. Empecé con la crónica
de mi experiencia en A Coruña 42, como análisis personal. Luego
inicié la búsqueda en Internet y dado que correr está de moda, os
hablé del reportaje que apareció este fin de semana en el País
Semanal, con la crónica de la participación en una Maratón.
Reconozco que sobre atletismo, sé muy poco…. y sí me dices que
sabes de Arconada: “Pues…te diría que fue un portero…”
¿Pero no conoces al corredor….?
Pues sí, se llamaba José Arconada Ramos, fue un atleta español que
destacó en la prueba de ochocientos metros. Incluso consiguió una
medalla de plata…bueno eso es tema para otro día…
Pero leyendo, leyendo me he encontrado con un atleta que curiosamente
tiene la misma nacionalidad que el vencedor de la prueba de A Coruña,
su historia es impresionante.
Por
lo tanto hoy voy comienzo con la primera entrega de personajes que
han marcado la historia del Atletismo o lo voy a intentar. Perdonar
que lo haga por partes, pero el tiempo no me cunde para todo. Mi
mujer siempre me dice que suelo implicarme en tantas cosas que al
final acabo estresado. Bueno lo dicho hoy os quiero hablar de un
atleta etíope, me ha gustado su historia y por eso la quiero
compartir con vosotros, se trata de:
El atleta etíope
de carreras de fondo y maratón figura con letras de oro en los
anales de los Juegos Olímpicos, por su espectacular actuación en
Roma 1960, donde ganó el oro y logró la mejor marca hasta el
momento. Ya se ha cumplido medio siglo desde que el primer atleta
africano ganó un maratón olímpico.
Pero no sólo eso,
sino que lo hizo a pies descalzos y con la mejor marca hasta 1960. Su
nombre es “ Abebe Bikila “.
En los maratones
no existen los récords, sino mejores marcas, la razón es que todos
los circuitos son distintos y con diferentes altimetrías. Esa vez en
los Juegos Olímpicos de Roma, este delgado etiope registró dos
horas, quince minutos, 16 segundos y dos décimas para los 42
kilómetros con 195 metros.
Nadie lo podía
creer, y hoy hasta en Youtube se le puede ver corriendo descalzo.
Pero no sólo resaltó en Roma 1960, porque en el siguiente ciclo, en
Tokio 1964, volvió a triunfar, claro que esa vez lo hizo con
zapatillas, y de nuevo rebajando la marca mundial, ahora a 2:12’11”,
con lo que se convirtió en el primer atleta en consagrarse con la
medallas de oro olímpicas en esta dura disciplina dos veces
seguidas.
Bikila nació el 7
de agosto de 1932 en Jato, un pequeño pueblo etíope cercano a la
ciudad de Mendida. A diferencia de otros muchos africanos, Abebe no
descubrió que era bueno para correr en su camino al colegio, pues no
aprendió a leer hasta los 14 años. Desde temprana edad, tuvo que
ayudar en el campo a su padre, quien era campesino y pastor.
Miembro de una
numerosa y pobre familia del sur de Etiopía, Bikila se enroló en el
ejército cuando contaba sólo con 17 años de edad. Fue una salida
fácil para encontrar el diario sustento.
Los integrantes de
la Guardia Imperial tenían fama de resistentes, pero Bikila sólo
había corrido de manera esporádica, más como una forma de
sobrevivencia.
Entonces, el destino lo puso en manos del talentoso entrenador Onni Niskanen, finés de nacimiento pero nacionalizado sueco, éste había sido contratado por el gobierno etiope para preparar a los potenciales atletas del país. Onni supo tener la paciencia y la sensibilidad necesarias para transformar a este diamante en bruto en una preciada joya.
Sobre la base de novedosos entrenamientos, fortalecidos con baños sauna, ejercicios de baloncesto y largas carreras en carreteras, el estilo de Bikila se transformó en una máquina perfecta de devorar kilómetros.
Entonces, el destino lo puso en manos del talentoso entrenador Onni Niskanen, finés de nacimiento pero nacionalizado sueco, éste había sido contratado por el gobierno etiope para preparar a los potenciales atletas del país. Onni supo tener la paciencia y la sensibilidad necesarias para transformar a este diamante en bruto en una preciada joya.
Sobre la base de novedosos entrenamientos, fortalecidos con baños sauna, ejercicios de baloncesto y largas carreras en carreteras, el estilo de Bikila se transformó en una máquina perfecta de devorar kilómetros.
Según cuentan
algunas crónicas, el momento clave para su inicio en profesional en
el deporte fue cuando vio a un grupo de compatriotas suyos desfilar
por el Palacio del emperador Haile Selassie I con la equitación
oficial de su país. Cuando se enteró de que eran atletas olímpicos
de su país, que habían participado en Melbourne´56, quiso ser uno
más de ese equipo.
En 1956 comenzó a
destacarse en del atletismo, ya que participando en el campeonato de
las Fuerzas Armadas ganó el maratón y batió los récords de las
competencias de 5.000 y 10.000 metros venciendo a Wami Biratu, la
estrella del momento y su amigo. Pese a gozar de cierto
reconocimiento en su país fuera de el no lo conocía nadie y
curiosamente no fue seleccionado para los juegos olímpicos.
Pero el destino fue caprichoso y con
Bikila lo fue. Una lesión jugando al fútbol de uno de los miembros
del equipo (Wani Biratu) de maratón permitió su inclusión. Él no
desaprovecharía el regalo que le hicieron…y lo demostraría en
Roma…
Cuando en Roma
1960 Abebe consiguió colgarse su primer oro en el maratón, le
preguntaron cuántas carreras había ganado antes de esa. Y él
respondió: “Sólo una. En Etiopía hay un corredor que siempre me
gana, Wami Biratu”. Exageró…
Pero la victoria a
la que se refería la consiguió precisamente en la segunda carrera
etíope de clasificación para esos Juegos Olímpicos. Wami se
escondió detrás de un árbol y esperó a que Abebe le adelantase.
Pactaron su triunfo, pues Biratu ya había conseguido clasificar para
correr en Roma en los 10.000 metros, ya que sólo podía haber un
participante del mismo país en la categoría. Y preferían acudir
los dos amigos a la Ciudad Eterna.
Allí, Abebe
comenzó a escribir su leyenda, en parte gracias a la generosidad de
su gran amigo Biratu, que le facilitó su participación.
Y allí estaba
nuestro héroe…
ABEBE BIKILA-(2ª parte)
Y allí estaba
nuestro héroe, con sólo dos maratones a sus espaldas unas
zapatillas muy desgastadas y con muchas ganas de correr. Salió a
probarse unas de la marca Adidas, el sponsor oficial de la prueba.
Quedaban pocos pares y no había manera de conseguir unas que se
adaptase a sus pies. Cuando el médico de la prueba examinó sus
pies, dijo que tenía una piel tan dura, que parecía el neumático
de un camión. Al final no le quedó otra opción que correr descalzo
porque las zapatillas le molestaban los pies y le producían
ampollas.
Allí, descalzo,
no pasó inadvertido. Sus rivales desconocían que el etíope había
ganado la prueba de selección con un tiempo de 2 horas y 23 minutos,
un crono mejor aún que el de Alain Mimoun, medalla de oro en 1956. Y
Bikila no se dejó impresionar ni por los comentarios aduladores, ni
por sus adversarios.
La “otra
historia” dice que el técnico sueco Niskanen descubrió, que
Bikila no corría por gusto descalzo, sino que lo hacía porque se
sentía mejor y más seguro.
El entrenador optó por estudiar los tiempos de su atleta, tanto con zapatillas como corriendo sin ellas, y comprobó que Bikila sí era más rápido sin zapatillas.
El entrenador optó por estudiar los tiempos de su atleta, tanto con zapatillas como corriendo sin ellas, y comprobó que Bikila sí era más rápido sin zapatillas.
Antes de salir, su
entrenador le había dicho que los mejores corredores, eran el ruso
Sergei Popov, la estrella del concurso y un marroquí, además le
hizo memorizar los números que llevarían en sus dorsales todos
posibles rivales.
La carrera partió,
a última hora de la tarde, para evitar las altas temperaturas del
verano romano, desde el Campidoglio, colocándose entre los
primeros, junto a Popov, el receptor de todas las miradas.
Bikila es un joven de 28 años, con
tez morena, cabello crespo, cabeza pequeña y rostro afilado; piernas
eternas, dentadura deslumbrante, ojos negros y brillosos, con una
enorme resistencia física.
A mitad de la
carrera, y cuando el crepúsculo caía, se puso a la cabeza de la
carrera recordando los números que había memorizado, cuando de
repente un corredor con el número 185 lo alcanzó y lo pasó. Abebe
lo dejó, porque no lo consideraba una amenaza. No estaba en la
“lista peligrosa”. El rival aceleró el paso, se dio la vuelta y
lo miró raro, como preguntándose quién es este desconocido. El
etíope siguió corriendo para no perderle pisada. Pensativo se dio
cuenta de que Rhadi no estaba usando el número 26 de dorsal, sino el
185, para confundir a sus rivales.
En aquella época
no iban cargados de geles como ahora, y la mayoría apenas bebían
líquidos, pese a todo sorprende saber que nuestro protagonista, sólo
perdió 350 gramos de peso en esta carrera, cuando un maratoniano de
la época suele perder como promedio cuatro kilos.
Bueno volviendo a
la carrera, nuestro héroe ya se había negado tres veces a tomar
líquidos y cuando le ofrecieron la cuarta botella, la cogió y acto
seguido decidió tirarla sin siquiera haberse mojado los labios. El
cansancio se hacía notar, y Bikila seguía firme. La noche ya había
caído, a ambos lados de la calzada la guardia italiana portando
antorchas se encargaba de iluminar el recorrido y le daba a la prueba
una belleza especial. Ya había pasado toda la vía Appia Antigua y
la tumba de Cecilia Metella. Y cuando estaba ya a la altura del
Obelisco Axum (Piazza di Porta Capena), un monumento etíope de 24
metros de altura que fue robado por las tropas romanas al terminar la
segunda guerra italo-Abisiana; nuestro atleta al verlo, sintió que
sus piernas cobraban una fuerza especial. Abebe no tenía frenos. Ese
emblema lo enloqueció y le sacó una fuerza interior que ni él
sabía que llevaba dentro de su cuerpo. El obelisco lo transportó
hacia la meta, situado a los pies del arco de Constantino, donde los
jueces agitaban los brazos y la mayoría de los espectadores gritaban
asombrados. El marroquí había quedado atrás, pero el siguió
corriendo unos cuantos metros más, como si hubiera pensado que la
llegada estaría un poco más lejos. Su rostro no mostraba ni un
vestigio de cansancio, al contrario, aceleró el paso entre la
multitud y rechazó a quienes se ponían a su paso para felicitarlo.
Hasta que su capitán se acercó a él, le miró a los ojos y le
dijo: “Ganaste”. Desconfiado, Bikila le contestó “seguramente
alguien tomó el camino más corto y llegó antes que yo”.
Al final aceptó la verdad de los
hechos. Su cuerpo liviano estaba saltando por el aire. Adebe, el
nombre que significa “la flor que crece”, había floreciendo.
¡¡¡Un corredor que corre
descalzo¡¡¡…
ABEBE BIKILA-(3ª parte)
¡¡¡Un corredor
que corre descalzo¡¡¡…
Ése fue el hecho
que asombró al mundo: un atleta del continente más pobre del mundo
y en plena descolonización ganaba descalzo el maratón olímpico de
Roma 1960.
Y no sólo había
ganado el oro, sino que había causado enorme revuelo al mejorar por
casi ocho minutos el récord olímpico, dejándolo en 2 horas, quince
minutos, 16 segundos y dos décimas
En Italia, el
etíope se dio a conocer y dio su primer gran golpe al quedarse con
el maratón con 200 metros de ventaja, siendo el primer africano en
conseguir una medalla dorada.
Cuando le
preguntaron porque corría sin zapatillas, dijo a la prensa: “Quería
que el mundo supiera que mi país, ETIOPÍA, ha ganado siempre con
determinación y heroísmo”. La frase quería hacer referencia a un
hecho que su país no había olvidado que en 1935 Benito Mussolini y
sus tropas salían del famoso Arco de Constantino, en Roma, para
conquistar Addis-Abeba, la capital de Etiopía y el había conseguido
una victoria para su país en el punto de partida de la expedición
invasora.
Por eso la hazaña
del corredor trascendió el terreno deportivo y se adentró en el más
puro nacionalismo africano, convirtiéndose en una gesta
continental.
A su regreso de
Roma, Bikila fue recibido como héroe por el Rey de Reyes de su
patria, y recibió un anillo de diamantes (a cambio de su medalla de
oro) luego de un cortejo triunfal lo llevó al Palacio Imperial donde
recibió un Cadilac y una pensión vitalicia.
En 1961 corrió
varios maratones en Grecia, Japón y en la ciudad de Kosice, en la ex
Checoslovaquia: ………ganó todas las carreras.
El 31 de mayo de
1962, en Malmoe, Suecia, recorrió 20226 metros exactamente en una
hora. Después llegó la segunda parte del show: Bikila inició sus
ejercicios de recuperación apenas traspasó la meta. Otros habrían
caído rendidos al suelo. Pero él no era un corredor más, era
distinto. Bikila no era un trotador, como los fondistas antiguos. Él
corría y apuraba el paso, manejando y alternando el ritmo de una
manera envidiable por cualquier maratoniano.
En los meses
previos a la cita olímpica de 1964 en la capital japonesa, Bikila
fue acusado de haber formado parte de un complot militar, del que en
realidad nunca fue integrante.
Este supuesto, le
valió pasar meses en la cárcel, sin importar que se acercaran los
Juegos Olímpicos.
Por si fuera poco,
una peligrosa apendicitis atacó al corredor, por lo que tuvo que ser
operado apenas un mes y medio antes de la salida del maratón
olímpico.
Durante las noches
que había estado ingresado, salía a correr por los patios del
hospital.
Estamos a 21 de
Octubre de 1964, Olimpiadas de Tokio, nuestro héroe está en la
salida, pero esta ocasión competirá con zapatillas y medias
(utilizó unas, de la marca Asics…pero hay quien dice que Puma).
Utilizó la misma estrategia que en 1960, se mantuvo con los líderes
hasta el kilómetro 20, luego apretó el paso lentamente. En el
kilómetro 25 sólo le estaban aguantando el australiano Ron Clarke
y Jim Hogan de Irlanda. A los 30 kilómetros, Bikila le sacaba 40
segundos de ventaja a Hogan y dos minutos al japonés Kokichi
Tsuburaya que llego tercero. Hasta tuvo tiempo para tomar una bebida
que le ofrecieron. Cuatro años atrás, habia rechazado hasta el
agua. Esta vez, tenia mucho mas margen de superioridad. Cuando entro
en el estadio olímpico, mas de 75 mil personas aclamaron su nombre.
Su tiempo había sido 2:12:11. Otra vez había establecido una nueva
marca mundial. Se tomó su tiempo para posar para los fotógrafos,
para saludar, pero no hubo relajación…Era un atleta incansable.
Terminada la carrera aseguró que podría haber corrido diez
kilómetros más.
Se alejó un poco
de la meta y comenzó a realizar una rutina de estiramientos y
gimnasia de recuperación por más de 10 minutos, en los que realizó
abdominales y ejercicios pulmonares. El público enloqueció de
admiración por el muchacho etíope que había ganado dos oros
olímpicos de manera consecutiva, algo inédito hasta el momento.
Nuestro héroe había ido más allá de lo normal.
.
En los Juegos
Olímpicos de México 1968, Bikila padeció el efecto de una
lesión.
Pocos sabían que el doble medallista de oro salió a refrendar su título con una fisura en la pierna derecha, que se le complicó con problemas de rigidez y de circulación, a los que se sumaron la falta de oxígeno por la altura de Ciudad de México.
Pocos sabían que el doble medallista de oro salió a refrendar su título con una fisura en la pierna derecha, que se le complicó con problemas de rigidez y de circulación, a los que se sumaron la falta de oxígeno por la altura de Ciudad de México.
Pero los
aspirantes a la medalla dorada lo escoltaban como principal favorito
que era, y en eso estaban cuando un astuto Mamo Wolde empezó a tomar
la delantera.
Bikila abandonó en el kilómetro 17, cuando todavía era marcado por corredores que buscaban la victoria. Fue subido a una ambulancia y así terminó su tercera participación olímpica el más grande maratonista que hasta ahora ha existido.
Bikila abandonó en el kilómetro 17, cuando todavía era marcado por corredores que buscaban la victoria. Fue subido a una ambulancia y así terminó su tercera participación olímpica el más grande maratonista que hasta ahora ha existido.
En marzo de 1969
la grandeza deportiva de Bikila fue opacada cruelmente por un
accidente automovilístico, cuando luego de esquivar a un grupo de
estudiantes perdió el control de su coche, chocó y fue expulsado
del mismo.
Durante ocho meses
fue atendido en un hospital de Londres, del que salió paralítico y
en silla de ruedas.
Su última
presencia en público fue en las competiciones deportivas para
minusválidos y en los Juegos Olímpicos de Münich en 1972, donde el
público lo recibió con mucho respeto.
Enfermo, con sus
piernas muertas y su triste sonrisa, Abebe Bikila, el mejor
maratonista del mundo y primer ídolo de África, terminaba su ciclo
en la tierra.
Una hemorragia cerebral acabó con su vida el 25 de octubre de 1973, cuando sólo tenía 41 años.
Una hemorragia cerebral acabó con su vida el 25 de octubre de 1973, cuando sólo tenía 41 años.
En su país, más
de 65.000 personas y el emperador Haile Selassie I despidieron al
considerado Héroe Nacional de Etiopía.
Los hijos de Abebe
Bikila le dedicaron en 1996 una biografía titulada “Triumph and
Tragedy” (Triunfo y Tragedia).
El atleta etíope
recibió la Orden Olímpica a título póstumo en 1984.
Bueno espero que
os haya gustado y emocionado. Para presentar esta entrega, he tenido
que buscar en Internet y es curioso que dependiendo de la fuente, la
historia se cuenta de otra manera. Por ejemplo, la marca de
zapatillas con la que compitió en Tokio…¿fue Asics…. hay quién
dice que fue Puma? Por lo tanto espero la comprensión de todos, ante
un posible “error”…
Como habéis
visto, su vida como héroe, duró menos de 13 años, ya que cuando
participó en Roma tenían 28 años y se murió con 41 años.
Ya estoy pensando
en mi próximo personaje……..alguna sugerencia...